Stotan: Casi nunca llegué, pero llegamos!

Esta es una entrada doble, una parte para hablar de Stotan, una palabra mágica y una segunda sobre la realidad sin filtros de luz ni cambios de palabras para que las cosas parezcan lo que no son.

De muy pequeño leí un libro del que nunca he podido averiguar el título. Lo he intentado buscar varias veces y no he conseguido ni acercarme con las pocas cosas que recuerdo de él. En concreto una palabra y un único concepto que se me quedó grabado: Stotan. El resto son sólo sombras e ideas borrosas traídas desde mi infancia.  

El libro, por lo que yo recuerdo (aunque desconozco cuanto de lo que tengo en la cabeza lo leí y cuanto me he ido inventando con el paso de los años) trataba sobre la historia de un atleta de cross y sobre su forma de entrenar y vivir las carreras. Mencionaba a través de un par de personajes, la importancia que tienen los compañeros de entrenos a la hora de vivir el deporte y la competición. No logro rescatar nada más de la historia.

La cuestión es que Stotan, es esa persona que te obliga a salir a entrenar, a correr más rápido, o más tiempo, o levantar más peso, saltar más alto, jugar mejor, a hacer las cosas de forma más ordenada, o… o a lo que sea. Cada uno según lo que le haga falta o quiera mejorar. No se trata del contrincante contra el que te enfrentas y tienes ganas de superar, ni del entrenador que te enseña y asesora, sino del compañero que consigue hacerlo mejor que tú, y a tú a lado, y te hace ver que es posible ir más allá y que tienes que hacerlo. Un Stotan tiene fuerzas en tus flaquezas, y de alguna forma las logra transmitir para llevarte a hacer “un poco más”.

Desde que empezamos a hacer deportes juntos, muchas veces he recordado este dichoso libro. Nicho es una maldita máquina incombustible e incansable capaz de generar movimiento perpetuo sin aparente esfuerzo, consumo de calorías, sobrecargas musculares, cansancio ni muchas otras malas costumbres que tienen los cuerpos humanos cuando corren durante horas. Parece venir de una larga y antigua estirpe de corredores andinos, que poco a poco han ido seleccionando genes y a(c/p)titudes para el deporte.

Cuando yo no puedo más, estoy sin aire en los pulmones, sin un gramo de nada que quemar en mi cuerpo, y le comento algo parecido a “Uff estoy muerto Nicho, tengo que bajar el ritmo” el conjunto de sus respuestas suele ser:

¿De verdad? (con cara de asombro total, como si no entendiese el concepto de cansancio).

¿Qué comiste anoche? (como si ese fuera el problema… Aunque alguna vez sí que lo sea).

Deberías ir al médico, igual te pasa algo. (sólo de pensar en explicarle al doctor, que me canso cuando hago 35 km de carrera de montaña, me entra la risa).

Esto siempre ha tenido más parte positiva que negativa (sobre todo una vez se toman las cosas con buen humor): Mejores entrenos, mejores y más locas ideas para las siguientes carreras (este mismo de ir hasta Killarney en bici, es un ejemplo perfecto) y por supuesto, alguien para rescatarme en caso de desfallecimiento (cosa bastante habitual, por otro lado).

Aunque esta parte se podría haber explicado mejor, y con más detalle y cariño, creo que la imagen está clara, y esto nos lleva a la realidad.

En otra entrada explicábamos que hace tiempo nos propusimos hacer cada etapa de un IronMan por separado: 3,8 km nadando, 180 km en bici y 42 corriendo, para ir evaluando nuestras posibilidades de conseguir el completar estas distancias en un sólo día.

Lo primero que intentamos fue la natación, y aunque los entrenos fueron bastante duros y hasta un poco chiflados, ésta es con diferencia la disciplina que con más entereza he finalizado. Hicimos una travesía en Barcelona y otra por las islas Medas, que acabamos bastante bien y sin demasiados problemas.

Después vino una media maratón que también completamos los dos, aunque yo me pasé media carrera con los ojos cerrados (para ahorrar energía y no ver cuanto quedaba para el final) y en modo silencio (todas las carreras las comenzamos hablando y riéndonos bastante, luego suelen pasar a una etapa de silencio cuando me empieza a faltar el aire, y si la cosa se pone fea acaban apareciendo la etapa de las blasfemias, la de los sueños gastronómicos (¿que hago yo aquí corriendo pudiendo estar comiendo tranquilamente en casa, con el hambre que tengo) y por fin la del agotamiento. En esta carrera de 21 km, quedó la cosa acabándola ciego y mudo, aunque fuimos muy rápido y la acabamos muy contentos en un tiempo menor del esperado.

De aquí en adelante… son todo noticias muy diferentes.

Nos quedaba probar una maratón, y una carrera de bici (que nunca habíamos hecho una), así que por partes, primero los 42 km. Pero no 42 km cualquiera, por supuesto. A nuestro querido amigo le parecía poco interesante, y nos apuntamos a una carrera de montaña con 2 millones de kilómetros de desnivel acumulado. Para ser breve, que ya hablaremos de esa carrera en otro momento, sólo decir que hasta un poco más de la mitad de la carrera todo bien, luego de golpe, un par de kilómetros de silencio, medio kilómetro de blasfemias, y sin pasar por los sueños gastronómicos, directamente agotamiento total y absoluto. Acabé en el suelo, con un golpe de calor / deshidratación / niidea por correr con demasiada ropa de abrigo encima, y además sin estar listo para una maratón de montaña. Esta vez no me retiré, aunque estuve a punto un par de veces. Llegamos hasta la meta porque Nicho fue prácticamente cargando conmigo y empujándome física y mentalmente. Acabé, pero tan mal, que ni siquiera yo puedo decir que haya sido siquiera un “fin de carrera”. Primer desastre.

El siguiente fue otra carrera de montaña, nos apuntamos a una Ultra trail. Ya que no había conseguido acabar los 42 km, pues… ¿qué mejor que ir a por una de 72?. He de decir que ya iba con perspectivas de retirarme a mitad de camino… y más o menos así fue. Hasta el kilómetro 30 íbamos juntos Nicho y yo, y aunque no iba tan mal de fuerzas, me comenzó un dolor que conozco bien desde hace tiempo en la rodilla izquierda, que no me dejaba correr. Bajé el ritmo y Nicho se escapó, pero los últimos 7 kilómetros hasta llegar al siguiente punto de retirada (cumplidos los 42) se hicieron eternos, y eso que eran todos en bajadas, pero no pude más que hacerlos caminando. Otra parada en el camino.

Para finalizar esta nutrida lista de retiros en mitad de una carrera, tenemos la etapa de bicicleta. Mi encantadora e ilusionante Ruta Minera. Unos 170 Km con 4000 metros de desnivel acumulado ni bicicleta. Un sube y baja a puertos de montaña continuo. Todo un festival del humor! Retirada a los 80 km de carrera, habiendo tenido que subir empujando la bici buena parte del Coll de Pradell y tras el adelantamiento por parte del coche escoba. Nicho llegó hasta el final peleando contra él en sucesivos encuentros, pero yo acabé la jornada odiando aún más si era posible cualquier aparato de dos ruedas. Tanto fue así, que no volví a subir en una, hasta pasados 2 meses.

Y esta es la realidad…. Que casi nunca llegué. Y me alegro, porque en realidad, llegamos.

4 thoughts on “Stotan: Casi nunca llegué, pero llegamos!

  1. Son unos máquinas los dos!!!!!
    Ánimo que con un poquito de gofio,aguacates y todos apoyando y empujando moralmente lo van a conseguir.
    Eso está hecho!

    Liked by 1 person

Leave a comment